
Es común hallar en el mundo del deporte que un segundo lugar es la medalla que nadie quiere recibir. Es más, suele sonar definitivo que la historia “la cuentan los que ganan” y que del segundo nadie se acuerda. ¡Que complejo es evadir lo que muchos consideran como una verdad absoluta!.
Tras el paso de los años, es muy probable que para Sportivo la derrota a manos de Unión represente un recuerdo atravesado por la amargura, la emoción y pero además, en parte, la satisfacción. Una reminiscencia sin trofeo, un paso trunco ante tanta cercanía de la gloria, el saberse merecedor y quedarse a las puertas. Fue el partido más importante de la historia. No hay dudas. Y quizá la impotencia de la frustración resuene fuerte por estos días. Una obviedad.
“Del segundo puesto nadie se acuerda”. “El segundo es sólo el primero de los perdedores”. En lo discursivo puede tener su efecto a la finalidad de inyectar cierto dejo de temperamento. Pero la comunidad del basquetbol de Sportivo ha dado muestra con sus acciones que este contenido es conceptualmente distorsionado o directamente falso. El hincha ha demostrado antes, durante y después un desmedido reconocimiento a este grupo atravesado ahora por nudos en la garganta y lágrimas rebeldes que se cuelan cuando algún recuerdo reciente atraviesa los portales de la memoria. Es que este equipo logró establecer una conexión profunda con el hincha por su componente local y por su impronta de pertenecer.
Todos quieren ganar y ante el cachetazo de la derrota es implacable la desilusión, o la decepción. Hay maneras de intentar ganar, herramientas, estrategias, caminos. Algunos eligen cómo ganar y también ponen atención en el cómo a la hora de perder. Soy de los que piensan que si caíste, es muy cierto que puede haber virtudes en la derrota. Quizá no perdiste si dejaste una marca, un rastro, más en una travesía como esta de más de un centenar que comenzaron por la misma senda.
Sportivo Suardi perdió, sí. Quería otra cosa para esta serie final, pero también importa lo que viene y como se puede aprovechar. Porque también digamos que algo de fracaso hay en los muchos que lograron “el” objetivo y que luego no ha quedado nada o todo se diluyó después y rápido.
Es por eso que en esto de las huellas y los legados, es honroso detenernos en la estampa indentitaria de su cuerpo técnico. Andrés “Zurdo” Poi guió los destinos de esta proeza amparado en su carácter de figura clave en la disciplina de Sportivo, por lo hecho adentro y al costado del campo. Capaz de conocer el legajo de hasta el más ignoto jugador, su lugar de origen y su recorrido. Un apasionado, entusiasta y ferviente fanático de este deporte, material todo que le sirve para el armado de cada plantel, para descubrir qué protagonista puede encajar a los intereses de su club, amalgamándolos al virtuoso elemento suardense y en varias ocasiones amoldándose a los presupuestos ocasionales de cada campaña. Sin olvidar también la mención que viene, porque detrás y a los gritos aparece otro de carácter especial y levantando el pabellón de los suyos como lo es Leo Gandolfo, impulso emocional en un grupo de trabajo táctico-técnico que llegó lejos.
La entidad suardense enfrenta un momento para aprovechar y sostener. Pasarán los días de desencanto y será tarea de los que tienen poder de decisión de cumplir con esta premisa de obligación deportiva de transmitir la grandiosa experiencia a las generaciones venideras. Pero también una excelente ocasión para sellar un acto de justicia con todos aquellos que jugaron y perdieron alguna vez en el deporte. “Lo más importante ni siquiera son los campeonatos. Lo más importante son las historias, las experiencias, los amigos, el aprendizaje. El aprendizaje de los buenos momentos y de los malos momentos. Eso es lo que te termina haciendo mejor persona, mejor padre, mejor marido, mejor ciudadano”. Enhorabuena la reflexión de nuestro semidiós, Manu Ginobili. No hay mejor manera de cerrar esta semblanza.
Por Luciano Serafín
Foto: Marcela Herrera