
Sportivo Suardi otra vez transita los laboriosos senderos de la gloria deportiva y a esta altura de los tiempos, pretende seguir escribiendo las páginas de su mejor repertorio en la tercera categoría del básquet nacional.
Desde aquel agosto histórico de 2017, Club Sportivo Suardi no paró de hacerse fuerte y echar raíces en el siempre difícil Torneo Federal. A fines de ese mencionado mes y luego de conocerse la invitación un jueves, el Rojiblanco evaluó con celeridad la situación y el viernes posterior confirmó que aceptaba la invitación realizada por la Federación de Basquetbol de la Provincia de Santa Fe (dato que quizá queda algo extraviado en los anales del tiempo, pero sí, fue Santa Fe la que le dio la posibilidad y aquella Noroeste que lo cobijaba y le hizo lugar a sus méritos deportivos). Y después, «el» paso en octubre; el debut soñado de local luego de la derrota inicial sufrida a manos de Central de Ceres. En aquella oportunidad, el equipo de Andrés Poi le había ganado a Atlético Tostado por 74-69.
Pasaron las temporadas y cada vez más la entidad suardense se fue trasformando en merecedora de su plaza, con sustento basado siempre en la seriedad de la puesta en escena, lo poco ampuloso pero efectivo de su armado competitivo y el manejo consiente de su presupuesto. A pesar de verse sometido a jugar un innecesario PreFederal pero esos enredos de las normativas confederativas, CSS es justificadamente habitante del Federal.
Como en toda realidad deportiva, muchas veces se incurre en altos y bajos, pero esta entidad siempre compitió, ejerció su rol de contrincante incómodo y por motu proprio, adicionó a su escudo el respeto necesario para ser ese número puesto del certamen. Tan serio y elevado es en esta tarea que su punto máximo de esplendor fue aquel boleto a semifinales del torneo en ese recordado julio del 2021 cuando con un doble agónico de Esteban Ledesma quedaba en su mejor posición histórica desde que milita en el estamento. Después vendrían las caídas en Pergamino y más allá de la bronca lógica por quedar al margen, subsistirá en la memoria colectiva del hincha rojiblanco aquella gran performance.
Pero va otra vez, emprendiendo el sueño de igualar o superar aquella instancia que es una evidencia clara de esa amalgama entre componentes que llegan para “reforzar” y un factor preponderante de contenido local cuya impronta es muy difícil de encontrar en el básquetbol de “entrecasa”.
Lizárraga, Rigada, Víctor Cajal y Balteiro otorgan el justo ingrediente foráneo mientras que la legión local se luce con nombres como Santiago Andrione, Gastón y Nahuel Fino, Sebastián Braida; y vienen empujando desde atrás los Facundo Andrione, Gandolfo, Tilio y los reclutados Joaquín Cajal y Acuña.
La base local, tallada principalmente en la fuerte competencia de la Asoc. Noroeste, donde transitaron en su mayoría los mejores momentos de su formación culminando con aquel recordado título de U19 en 2019. Después la pandemia y el salto de nuevo a la Asoc. Morterense en 2021 donde también los vio colgarse la corona en Juveniles. Toda esa experiencia logró esculpir a esta camada y son herramientas claves para este promisorio presente de las huestes suardenses. Porque es saber la apuesta y el compromiso de un cuerpo técnico numeroso y de trabajo y de la determinación dirigencial que al margen de los muchos avatares del deporte, los depositan en el derrotero acertado.
La confluencia de estos hilos conectores virtuosos hoy lo ubica al club del Bv. San Martín en el marco de una profunda ilusión. Pero más se saborea el momento, independiente de los resultados que vengan, por ese sesgo de satisfacción por lo logrado y la expectativa de lo que viene que ya los ubica decididamente en un plano placentero.
De todas formas, Sportivo seguirá compitiendo. Lo ha hecho insistentemente y parece no saber de otra cosa. Mientras siga esta visión consensuada de cómo se tienen que hacer las cosas, seguramente importarán los logros, pero habrá pergeñado seguir en los brazos de la vanagloria, en el sentido de “ser parte de”, que, al fin y al cabo, debería festejarse casi como un trofeo más.
Por Luciano Serafín.