
Hay personas que pasan como rayos, fugaces. Y como todo producto de la naturaleza generalmente suelen ser fantásticos, bellos, hasta incluso en las mas devastadoras arremetidas de la madre tierra uno se da cuenta del poder y la magnificencia que tiene sobre todos nosotros, pobres mortales. Si bien caemos en la cuenta que siempre se recuerda (bien o mal) al que perdura en un lugar a lo largo de los años, también uno tiene bien presente a aquellos que pasaron rápido, pero que, por ese cariz y carácter existencial único, se tornan inolvidables.
Recuerdo aquellos primeros datos: ”Llegó un tal Flores, parece que tiene experiencia” abundaban en la charlas de bar y en la calle. En su Córdoba era un ilustre, pero sufriendo tal vez de injusto olvido. En nuestro entorno y para muchos, salvo algunos entendidos, simplemente un tal Flores.
Y ese tal Flores pateó el tablero de la historia del club que lo cobijaba. Porque dejó progresivamente de ser «ese tal Flores» para convertirse en el «Tata» Flores… “Le dicen el Tata” remarcaban los intrépidos conductores del chisme diario en el ambiente pueblerino.
Y rápidamente encomendó una parafernalia de “extraños aparatos”, pantallas, elásticos, rarezas, instrumentos propios de un Leonardo Da Vinci, pero en su faceta de artesano de la “naranja” y con tonada cordobesa. Entonces la palabra “fundamento” tuvo otro color, atrapante por cierto, porque entre el poco pasional mundo de Internet, los cursos de ingles, la catequesis de confirmación, las tareas escolares y otras yerbas, los pibes, casi sin querer, se encontraron haciendo extraños firuletes con sus piernas y brazos con la pelota de por medio, como loca enamorada.
Según decía “el lanzamiento es considerado como el más importante de los fundamentos utilizados en el básquetbol y se considera una negligencia no tener en cuenta su enseñanza. Creo firmemente que lo principal del lanzamiento son los alineamientos. El desglose de las partes que componen el lanzamiento deben ser desarrolladas cuidadosamente para darle un proceso correcto…” y sonaba bien, convincente en los chicos generalmente distraídos por los influjos de este loco mundo actual, acostumbrados a un planeta liviano de responsabilidades, entre toscas leyes del menor esfuerzo y la vorágine diaria de todo lo rápido y pasajero. Pero ahí estaban, siguiendo instrucciones, aprovechando el tiempo, corrigiendo el tiro, soñando con el futuro.
“La conducta es el vínculo entre los seres. Desde que nacemos no dejamos de conducirnos, surge una necesidad y con ella una conducta, que busca satisfacerla a través del vinculo con los demás. El vínculo dependerá de lo que los demás nos posibiliten y de nuestra capacidad de acción. La experiencia que se adquiere no se pierde sino que se incorporará a él influyendo en sus conductas posteriores” escribía el maestro.
Lo fuimos conociendo tal cual era su esencia, bohemio, interesado en la búsqueda siempre de la mesa de amigable debate en ese templo nuestro llamado «Everest» de Zavaleta y San Martín. Ocurrente, rápido, estudioso a tal punto de observar detenidamente los ademanes y rasgos de una persona para sacar a los pocos minutos una imitación casi al borde de la perfección. En definitiva, cordobés… con el acento de Córdoba Capital a flor de piel, como cantaría el recordado chico cuartetero.
Y ese «Viejo» sabio no solo compartió una mesa de bar, nos abrió la puerta de su mundo maravilloso. Entrar a su casa parecía fascinante cuando hoy por hoy pocos pueden generar esa impronta, incluso, siendo un verdadero trotamundos dejando pedazos de vida en Córdoba, Santa Fe, Chaco, Corrientes y hasta el Paraguay. Parece increíble que una vieja casa, común, pálida, abandonada, hasta triste, se vuelva tan especial… Y caímos en la cuenta, los mas cercanos y los mas lejanos, que sólo los distintos, sólo la gente con ángel logra esa mística. Son de esas personalidades que motivan hasta al mas torpe y mediocre, a veces triste escribiente como el que firma, que intente con pasión ordenar simples palabras para estar acorde a las circunstancias y al personaje y homenajearlo como se debe.
Fotos viejas, anotaciones de todo tipo, infinidad de redes cortadas, caras jóvenes de verdaderos ídolos deportivos a la postre. Y él, reinando en su desorden ordenado y por mas que compartió hogar con los «refuerzos» que llegaban para aportar lo suyo, nada cambió ese ambiente sumamente encantador. Porque detrás de ese “viejo entrador” mostrando las señales de un largo camino transitado, había un carisma poderoso, como un rayo, que por mas fugaz que sea, graban en el bronce de la retina su figura trascendente.
Hoy un encuentro de minibásquet lleva su nombre y la verdad estoy contento. Me parece, no hay nada mas justo para tenerlo presente, porque disfrutaba trabajar con chicos, tal vez, por tener la certeza y no el verso fácil de que ellos son los pilares del futuro de este deporte que tanto amamos.
Mitológico duende de la 28 x 15, arlequín atemporal de un mundo de dribblings, pases, lanzamientos, triple amenaza, doble finta, back door, seguro estarás concentrado en tus anotaciones y en armar un buen sistema defensivo para no dejar prosperar a los grandotes del olvido que pugnan por hacer flaquear tu dimensión eterna.
Los que te recuerdan bien nombran en tu honor este encuentro de los mas chiquitos, sinónimos de esperanza, de inocencia, de futuro prometedor.
Y vos, viejo querido, escondido vas a encender un pucho allá arriba, porque en el lugar donde estás no se permiten ni puchos ni cortados, y tal vez pienses: «Pasé rápido, como un rayo, fugaz… fracción de tiempo suficiente para nunca me olviden».
Lic. Luciano Serafín